Provocación y surrealismo pictórico

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No podemos hablar de cultura sin hablar de arte, por eso, en este nuevo post, voy a ponerle solución. 

El arte y en concreto, los cuadros, son uno de los mejores tesoros a los que hemos podido acceder a lo largo de la historia. Multitud de artistas y movimientos pictóricos han marcado el arte y nuestra vida en general. En esos óleos y lienzos se han plasmado desde guerras, hasta reyes, santos, bodegones, parajes naturales, personajes relevantes y aquellos que solo eran importantes para quienes les pintaban, así como millones de trazos en color y blanco y negro.

Es imposible hacer un resumen de todos los maestros del pincel que han llenado de obras los museos de nuestro país y los de todo el mundo, por eso, en este artículo, solo voy a adentrarme en dos de esos artistas. Quien lee mis post del blog me comenta que, cuando escribo algo que me apasiona se nota, y es verdad, no lo puedo evitar. Seguro que cuando leáis estas palabras vais a volver a pensar lo mismo y doy gracias, ya que, por suerte, en este proyecto que llevo junto a mis compañeras y amigas podemos escribir lo que queramos y como nos de la gana.

Esos dos artistas de los que os hablo son El Bosco y Salvador Dalí. Qué grandes genios del pincel y qué espectaculares obras nos han regalado. Allá va la historia de dos de mis pintores más queridos; sin desmerecer a Diego Velázquez, que si me viera por los pasillos de El Ministerio del Tiempo me diría de todo por no nombrarle. 

El primer pintor que os voy a presentar es Jheronimus Bosch «El Bosco». Siempre he pensado que somos familia, por eso de mi apellido. Va, voy a lo serio. Mi antepasado nació en 1450 en Holanda y fue el pintor de Felipe II. Su obra es un intento de salvar la cultura clásica, cultura que se había difuminado en la Edad Media. El Bosco vivió en la época de máxima riqueza de los Países Bajos, en que se forman academias de erudición y formación gótica. Este pintor  fundamenta la mayoría de sus obras con ideas extraídas de las Sagradas Escrituras pero desde su óptica muy personal. Religión sí, pero a su manera, siempre con algún matiz distinto.

El arte y en concreto, los cuadros, son uno de los mejores tesoros a los que hemos podido acceder a lo largo de la historia.

El Bosco, provocación y surrealismo pictórico.

Una técnica perfecta, una gran calidad en el dibujo, la fantasía, la originalidad, la corrupción, la burla y la ironía se reflejan en cada uno de sus trazos. En la mayoría de sus obras podemos encontrar temas irreales, sacados de sueños, bestiarios románicos y mucho surrealismo, como en las pinturas de Dalí. Veréis como tienen más en común de lo que parecen. Como curiosidad os contaré que este pintor flamenco no fechó ninguno de sus cuadros y son relativamente pocos los que llevan una firma que pueda considerarse no apócrifa, es decir, que no es fuente de inspiración divina considerada por la Iglesia.

El Bosco adquirió fama con sus retablos y trípticos. No creo que haya mucha gente que no conozca El jardín de las delicias, Las tentaciones de San Antonio, El carro de heno o El juicio final. Fue el inventor de figuras maravillosas y de imágenes llenas de fantasía y por ello le salieron miles de seguidores y falsificadores que harían de sus temas e imaginaciones un verdadero género artístico, difundido también a través de estampas.

En la novela El maestro del Prado, de Javier Sierra, su protagonista nos cuenta que el rey Felipe II tenía devoción por este pintor. ¿Cómo es posible que el monarca más católico de España tuviera tanto afán por un pintor que «deformaba» a los personajes de la Iglesia? Siempre me va a llamar la atención ese cerdo disfrazado de monja que podemos en la parte del infierno, que recuerda tanto a El triunfo de la muerte, de Brueghel el Viejo, fechado en el año 1562, años más tarde que el famoso tríptico de El Bosco. 

El Bosco fue el inventor de figuras maravillosas y de imágenes llenas de fantasía y por ello, le salieron miles de seguidores y falsificadores que harían de sus temas e imaginaciones un verdadero género artístico, difundido también a través de estampas.

El Jardín de las Delicias. El Bosco, c. 1500-1505​.

Os preguntaréis por qué voy a hablaros también de Dalí. ¿Qué tendrán en común las vanguardias artísticas más radicales del siglo XX con un pintor que vivió cinco siglos antes? Voy a escribirlo y vosotros, si queréis, a leerlo. 

Como dice la canción de Mecano, Salvador Dalí «eungenio». El de Cadaqués es uno de los más importantes de la historia a nivel mundial, hizo de su persona y de su vida una obra de arte conjunta que permanece en el tiempo, complementando su magnífica producción plástica y desvelando una de las personalidades más fascinantes del siglo XX. Como dice en su libro Diario de un genio: «en mi vida son raras las ocasiones en que me he envilecido vistiendo el traje de paisano. Siempre voy de uniforme de Dalí”. El artista afirma en esa obra su patente atracción por su propia figura. Un egocentrismo llevado al límite que le generó muchas enemistades.

Salvador Dalí, provocación y surrealismo pictórico.

Además del egocentrismo, el misterio, la polémica y como no, la genialidad, acompañaron siempre a Salvador. El pintor creó un personaje más allá de sus pinturas. Como artista nos dejó un legado espectacular. Como persona, nos regaló una figura inolvidable, que ha inspirado a millones de pintores, directores de cine, escritores y series. Seguro que en La casa de Papel le habéis visto más de una vez, en una careta y un gran bigote.

Cualquier noticia sobre su vida levanta expectación. Hace unos días pude conocer en la prensa que él y su mujer Gala tenían un hijo «adoptivo», el pequeño Joan, hijo de unos vecinos que sirvió como inspiración al autor y que cambió la visión que teníamos de esta pareja hasta ahora, creando unas personas con instinto paternal y familiar desconocido hasta el momento.

Además del egocentrismo, el misterio, la polémica y como no, la genialidad, acompañaron siempre a Salvador. El pintor creó un personaje más allá de sus pinturas. Como artista nos dejó un legado espectacular. Como persona nos regaló una figura inolvidable.

La Persistencia de la Memoria, Salvador Dalí, 1931. Fuente: Fundació Gala Salvador Dalí.

No puedo hablar de Dalí sin hablar del añorado Federico García Lorca, quien dicen, estuvo enamorado de él hasta el final de sus días. Artistas como Picasso, Buñuel o Hitchock acompañaron al pintor en cada una de sus obras, creando, gracias a ellos, obras deslumbrantes que, junto a la gran personalidad de su mujer y musa se han integrado en la cultura perdurando a lo largo de la historia y siendo objeto de estudio generación tras generación. 

La relación entre Salvador Dalí y Federico García Lorca ha generado páginas, especulaciones y polémicas a partes iguales. Tras los primeros años de amistad, el pintor empieza a distanciarse del poeta, por temor a verse relacionado con su compromiso político. En 1929, Dalí viaja a París y contacta con los surrealistas. Este es el momento decisivo que marcó la pintura del artista, ya que, se sumerge a fondo en una corriente que se adapta perfectamente a su desbocada imaginación.

Mi pintura favorita de este autor es esa Muchacha en la ventana que decora una de las paredes de mi habitación. Imposible olvidar la perspectiva de ese Cristo de San Juan de la Cruz y el famoso cuadro de los relojes, La persistencia. ¿Sabéis en quién se inspiró Dalí para crear El gran masturbador, una de las obras cumbres del surrealismo? En la imagen del diablo en una roca antropomórfica, de la que surge el árbol del pecado, a la derecha del panel izquierdo o del paraíso del Jardín de las delicias de El Bosco. Seguro que Dalí viajó por la puerta 845 al XV para ver cómo un holandés pintaba figuras que se convertirían en historia. 

Bigote rocococo
De donde acaba el genio
A donde empieza el loco
Mirada deslumbrada
De donde acaba el loco
A donde empieza el hada

Muchacha en la Ventana, Salvador Dalí, 1925. Fuente: Museo Reina Sofía.

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