Ir al cine en tiempos de Covid se ha convertido en una tarea ardua y complicada. No por falta de medidas en las salas, que son impecables, si no por la escasa oferta de películas en cartelera que tenemos actualmente.
Sin embargo y entre toda la desazón que provoca este panorama, Santiago Segura ha sido el que mejor ha aprovechado el tirón con el estreno de la segunda entrega de su exitosa comedia familiar ‘Padre no hay más que uno’, que el verano pasado se convirtió en el respiro de muchos espectadores, y que con esta segunda parte, ‘Padre no hay más que uno 2. La llegada de la suegra’, lleva camino de convertirse en la película más taquillera de la nueva normalidad, gracias a los más de 800.000 espectadores que han llenado los cines españoles desde su estreno el pasado 29 de julio.
La second round de ‘Padre no hay más que uno’, ofrece los mismos ingredientes que tan bien funcionaron en su primera parte: familia, aventuras y risas aseguradas. Atrás quedó el Santiago Segura de la caricaturesca saga ‘Torrente‘, para convertirse en el nuevo Rambo de la comedia familiar.
En esta nueva entrega, volvemos a toparnos con los cinco encantadores hijos de Javier (Santiago Segura) que parece tenerlo todo bajo control, y Marisa (Toni Acosta), pero esta vez con el notición de la llegada de un nuevo bebé a la familia, y la inesperada visita de la suegra, interpretada por Loles León. Es indudable que el único objetivo de la película es hacerte pasar un buen rato, y sin duda, lo consigue.
Su hora y media de metraje es distraído y divertido, gracias en parte al elenco infantil, que protagoniza la mayoría de las subtramas y llena de energía y buen rollo la película. Mención especial para Sirena Segura, hija pequeña del director, y un auténtico portento interpretativo que pide a gritos una serie para ella solita.
También se agradece la frescura que aporta Loles León, como un huracán en forma de suegra y metida en un papel que le va como anillo al dedo, con pequeños destellos de esa inolvidable Paloma Cuesta de la mítica ‘Aquí no hay quien viva’ o de la arrebatadora Menchu en ‘La que se avecina’. Es sin duda Loles León, la encargada de remontar la película hacia la segunda mitad, cuando el barco parce hundirse por momentos.
Como siempre, impecable Toni Acosta que se adapta a cada papel como un camaleón y que para mí, es la mejor partner in crime de Santiago Segura, que aunque bastante interesante en su faceta interpretativa y con una chispa muy suya, abusa demasiado del papel protagonista y en algunas partes se hace algo pesado.
Pero ya lo dice el título: ‘Padre no hay más que uno’, y el padre de la película en todas sus áreas es él. Por cierto, se echa de menos más intervención de Leo Harlem y Silvia Abril como tándem cómico, muy poco explotado y que pasa muy desapercibido en esta segunda parte.
Durante toda la trama, el humor absurdo se mezcla con tópicos familiares muy patrios como la relación con la suegra, los problemas del cole con sus madres repelentes incluídas o la difícil convivencia con una adolescente y sus hormonas revolucionadas. Un humor, que aunque a ratos casposo y más propio del cine de décadas pasadas, no deja de seguir una línea continuista respecto a la primera entrega, y que aunque con poca evolución, se solventa con suficiente ingenio como para no resultar repetitivo. Quizás, lo más reprochable de la película además de algunas tramas que se quedan sin resolver, es el descarado product placement que llega a chirriar bastante.
Otro de los aspectos que llama la atención de ‘Padre no hay más que uno 2. La llegada de la suegra’, es el festival de cameos y caras conocidas de todos los ámbitos que se acercan al film con sus breves intervenciones. Algunas mejor que otras, claro está, pero que en mayor o menor medida, ayudan al espectador a sentirse en casa.
En definitiva, estamos ante una película que no es la gran obra de los últimos tiempos ni pretende serlo, ya que, no tiene más expectativas que entretener y hacer disfrutar al público familiar con padres, abuelos, suegros, cuñados, hermanos y niños, todos en el mismo saco dispuestos a pasar un rato agradable y sentirse partícipes de los disparates de Segura y compañía.
No tengo duda que ya es una de las películas del año, no tanto por su belleza y argumento, pero sí por el riesgo que ha corrido su director estrenando en medio de una pandemia con las salas a la mitad de su aforo, y por la oportunidad indirecta de triunfo que se le ha presentado, ya que apenas tiene competencia en la cartelera.
Lo cierto es que Santiago Segura te podrá gustar o no, caer mejor o peor, pero que es uno de los directores más espabilados de nuestro cine es innegable. Así que sin más, se agradece su aportación y la de su elenco a hacernos un poco más felices en tiempos difíciles.
Lo mejor: Loles León y los destellos de naturalidad de los niños, especialmente de Sirena Segura.
Lo peor: La trama peca de ser demasiado continuista y el exceso de product placement.