De bandas, fusión y CUMBIA

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De bandas, fusión y CUMBIA

Me gustan los momentos en los que soy capaz de subirme el estado de ánimo con unos auriculares o un altavoz mientras hago algo o voy de camino a alguna parte. La música tiene ese poder, ¿verdad? La capacidad mágica de envolverte en su composición y trasladar tu mente a otro momento, lugar o sensación. Pero también de movilizarte, reivindicar y posicionar a las personas.

De hecho, aquí y ahora nos estamos leyendo porque hemos aprendido las características del lenguaje pero si lo que lees fuese música podría hacerte pasar por diferentes emociones, sin necesidad de saber lo que estoy pensando. El efecto de la música en las personas parece instintivo, tanto, que los bebés, que no entienden más que por gestos y sonidos, la música les genera estados de ánimo y si elegimos bien, serán estados alegres y que ayudarán a calmarlos.

Yo he sido testigo del cambio de ánimo de una gata como consecuencia de ponerle según qué música. Y, os juro, que tengo una gata dura de pelar que pasa de quererte a quererte matar si en el momento oportuno pasa algo que no le ha gustado (celos por la otra gata, que le toques la tripa sin querer, que le muevas la pierna sobre la que se ha dormido, que le quites la manta y un largo etc).

Esa gata indomable con nombre de equipo de fútbol (aunque odio el fútbol), tras un momento de rascarlo todo, vacilarme, mearse donde no tocaba y ponerme de los nervios, decidí pasar de ella y ponerme la radio. Ella vino al lado del cacharro de donde provenían las ondas de Radio 3 y sonaba una canción muy tranquila con una melodía muy suave de violín y sin voz. SE DURMIÓ  (LA HIJA DE SU MADRE). En cambio, cuando hay tormenta con truenos, o tiran petardos durante los días de Fallas o pongo punk, se vuelve una cabra loca que rebota por paredes y cojines a toda prisa con pupilas dilatadas como si hubiera consumido algún tipo de droga dura. Pues he descubierto que con música clásica se vuelve más dócil. Aunque claro, tampoco soy yo de ducharme con Chopin de fondo, la verdad.

Pero yo la quiero.

Betis, gata que tiene la fuerza (y el poder de sacar de quicio, pero yo la quiero).

 

La película de Mike Cahil, contiene una escena preciosa en la que un gesto y unos auriculares son, sin mediar palabra, el inicio de una historia de amor. No sé si tendréis algún tipo de anécdota de este tipo pero a mí me sigue alucinando que la música tenga ese poder.

Película que, por cierto, creo que no es tan popular como debería merecerse y os invito a disfrutarla. Su título es ‘Orígenes’.

También en la mítica película protagonizada por Eminem, ‘8 Millas’, se reivindica la necesidad de la expresión mediante el rap, sobre los problemas sociales y la diferencia económica entre barrios y el submensaje del racismo. Me quedo con esa escena del autobús en el que Eminem va tomando notas a la vez que ve el deterioro de los barrios de camino a la fábrica donde trabaja.

Por cierto, que cuando pensamos en bandas y en música para evadirse o expresarse dentro de barrios marginales, a la mente nos viene el rap, precisamente, porque es la expresión más literal y cruda, junto al punk, de lo que se quiere denunciar política y socialmente a través del marco musical.

Aún así, hay muchas expresiones dentro de la música y dentro del baile, que tienen origen en la evasión y la reivindicación cultural de las sociedades antiguas y que, ahora, lo sigue siendo como mestizaje cultural en las sociedades actuales. Como la CUMBIA. Por lo que considero culturalmente importante decentralizarnos para desmontar los clichés habituales.

El director Fernando Frías nos acerca, a través de la película ‘YA NO ESTOY AQUÍ’, una mirada hacia hostilidad de los barrios bajos de Monterrey, México, donde el crimen organizado y el chantaje a la policía son el día a día de grupos de amigos como el de Ulises (Juan Daniel García Treviño), el protagonista, que pertenece al grupo de ‘Los Terkos’ y con los que además de compartir las mismas vicisitudes precarias tanto dentro de la familia como en su entorno social, también comparten un mismo código de expresión para su sosiego diario: LA CUMBIA.

 

‘Los Terkos’ se expresan mediante la ‘cultura Kolombia’, una subcultura nacida en Monterrey que proviene de la cumbia rebajada y el vallenato propios de Colombia, y que su expresión comenzó a ‘desaparecer’ tras la guerra contra el narcótrafico en México, que relegó grupos pacíficos a pandilleros criminales ante la política del país.

 

-Pese a que la gran mayoría de los integrantes de estos grupos fueron pacíficos, con el advenimiento de la Guerra contra el narcotráfico en México, la discriminación, la homofobia y el clasismo vivido en Monterrey así como la reducción de dicha cultura a pandilleros o criminales que ya existía desde los años 70 llevó a que estos grupos fueran estigmatizados y señalados con mayor intensidad por las autoridades educativas y las policías de diversos órdenes en Monterrey y otras ciudades, siendo continuamente relegados de las escuelas y celebraciones populares así como violentados, detenidos y encarcelados arbitrariamente por la simple razón de seguir esta moda.

​ Por tanto los grupos y los bailes comenzaron a desaparecer gradualmente​ ya fuera porque los policías los detuvieran arbitrariamente al identificarlos en la calle por su peinado y se los cortaran o los extorsionaran para no hacerlo o bien por el temor de ser asociados con pandilleros integrantes de grupos criminales.-

[Drug Violence, Fear of Crime and the Transformation of Everyday Life in the Mexican Metropolis]

 

 

Ahora, esta subcultura vuelve a encontrar su lugar. No sólo en ‘Ya no estoy aquí’ (2019) sino también en la cultura musical internacional. También hay fusiones de música europea y latina que ahora son bases y colaboraciones habituales que nos pueden sonar y que no nos hemos parado a pensar en su origen. Incluso el enorme Kase.O se ha atrevido en su rompedor y madurado álbum ‘El Círculo’ con bases de ritmos fusión y cómo no, con cumbia colombiana como en ‘Mazas y Catapultas’.

 

 

Tampoco faltaron experimentación y nuevos géneros en ‘El Bosque’ musical de Rozalén, que junto a formación musical mexicana La Sonora Santanera, compuso esta maravilla. Que, cómo no, ¿a qué os suena el ritmo de fondo? ¡Ahora es invitable sentir la cumbia!

 

 

Como Rozalén en la canción anterior, Ulises en ‘Ya no estoy aquí’, decide ‘decir que no’ a quienes que no respetan sus valores culturales, y es por ello que tras una pelea por sufrir desprecio, decide exiliarse a Nueva York para buscarse la vida. Una vez más, lo que le salva a Ulises del sufrimiento y la soledad, es la cumbia. Unos auriculares y bailar es lo que le concede cada día un pedacito de libertad.

 

‘Lo que le salva a Ulises del sufrimiento y la soledad, es la cumbia. Unos auriculares y bailar es lo que le concede cada día un pedacito de libertad.’

 

Cuando Ulises siente como imperativo la opción de volver a Monterrey, su salvavidas seguirá siendo bailar como si no hubiera un mañana, porque no lo hay, tras la pobreza, la homofobia ni tras el clasismo. Mucho menos tras la corrupción y el crimen. Existe lo que pasa ahora, así que, en cuanto puede, decide ‘ya no estar aquí’ `por un momento.

La acción es sencilla: sintonizar de nuevo la radio con canciones de cumbia colombiana-mexicana, ponerse los auriculares y, BAILAR. La cumbia les salva a los suyos. ‘Los Terkos’, como otras músicas y el baile salva y esperanza a muchxs otrxs en este planeta, porque la música es un refugio pero también una fortaleza. Inspira, alegra, reivindica y cambia a las personas y sus normas.

 

 

 

Esa arma cargada de futuro como dicen del arte en la película ‘Noviembre’, es algo que no le quitarán a Ulises, ni a ‘Los Terkos’, es algo que nos acompañará en nuestros peores y en nuestros mejores momentos. ¡Así que mientras tengamos esperanza, pues BAILEMOS, COÑO!

 

[‘porque la música es un refugio pero también una fortaleza’]

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