*Fotografía principal de Alba García. Fuente: www.evarufo.es
Hay que dejar de «morirse de ilusión» y empezar a «vivirse de ilusión». Creo que todo va mejor si se hace así. La ilusión es un motor, una forma más de plantear la vida. Y hay cosas que por mucho que te las imagines, consiguen superar las expectativas.
Hace un par de semanas, Soraya y yo cambiamos la que podría haber sido una tarde cualquiera en La Latina de Madrid o el Carmen de nuestra València, por un encuentro patrocinado por Mr. Google y sus videollamadas con la actriz, creadora y semilla Eva Rufo.
Prometo que dentro de unas líneas entenderás lo de la semilla, porque si algo tiene Eva, es la capacidad de generar cosas en quien la mira por la pantalla, la escucha desde la butaca o la sigue a través de las redes. Como actriz, inspiración; como impulsora, creatividad; como persona, magia.
Esta es seguramente una de las entrevistas más bonitas que hemos hecho y de las que más hemos aprendido. Así que antes de que la leas con atención, queremos dar las gracias a Elvira Herrera y su equipo por ponerlo tan fácil, y por supuesto a Eva por hacernos este regalo tan bonito.
Ahora sí, la función está a punto de empezar y la primera pregunta es sencilla. O quizás no tanto…
-¿Quién es Eva Rufo?
Creo que esa es la peor pregunta que le puedes hacer a alguien. Primero, porque parece que nos definen las cosas que hacemos y en realidad somos todo menos las cosas que hacemos. O igual somos a través de las cosas que hacemos, con lo cual, no sabría contestarte a esta pregunta. Pero por contestarte, creo que te diría que ahora mismo, soy una persona en proceso de aprendizaje. Me disfrazo en muchos sentidos y me gano la vida interpretando a otras personas.
Después de licenciarse en Arte Dramático por la RESAD y formar parte de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico durante dos años, Eva Rufo pasa al elenco de los «mayores» y comienza con un ciclo profesional y vital en el que el teatro clásico es el protagonista. Como punto de inflexión y fruto de la necesidad de correr riesgos como actriz, abandona la compañía y se «lanza a los leones» de la interpretación con proyectos diversos y el salto al audiovisual. Le pedimos que nos cuente cómo se enfrenta a cada representación y cuál es su forma de trabajar.
Antes de empezar a estudiar Arte Dramático Superior en la RESAD de Madrid estudié Educación Especial porque mis padres me dijeron que tenía que hacer selectividad al acabar COU y estudiar una carrera. Casi siempre hay prejuicios cuando un hijo/a le plantea a sus padres que quiere estudiar algo artístico porque tienen miedo a la inseguridad laboral entre otras cosas, pero pienso que está bien hacer algo antes de la interpretación, a mí me sirvió porque descubrí una vocación preciosa que sé que me va a acompañar toda la vida.
Está bien hacer varias cosas antes de dedicarte para lo que estás llamado o crees que estás llamado, y a mí estudiar Educación Especial me vino fenomenal porque llegué a la RESAD con veintiún años, más formada, más madura y creo que si lo hubiera hecho con dieciocho hubiese sido hasta contraproducente, lo aproveché mejor.
Hice los cuatro años de Arte Dramático y después hice un Posgrado de Teatro Clásico. En la representación posterior al posgrado, coincidí con Eduardo Vasco, que en aquel momento era el director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y me reclutó para formar parte de la primera promoción de la Compañía Joven. Fuimos los primeros. Fue un aprendizaje brutal porque hice seis obras, pero llegó un momento que tenía sensaciones encontradas, pensaba que me estaba atascando en una forma de trabajar rígida y concreta y decidí lanzarme al mundo real, que aunque hace mucho frío, nos hace estar continuamente despiertos, alerta, aprendiendo y arriesgando. A partir de ahí enlacé varios proyectos, cada uno de su padre y de su madre, porque al principio vas cogiendo lo que llega para después tener la capacidad de elegir. Es un privilegio, es trabajo y de todo se aprende.
Ahora mismo, soy una persona en proceso de aprendizaje. Me disfrazo en muchos sentidos y me gano la vida interpretando a otras personas.
Escuché en una entrevista para La Sala de RNE que durante la gira de Las Bizarrías de Belisa, hicisteis parada en Costa Rica y os llamó la atención que al mediodía después del colegio, o durante la pausa de la comida de los trabajadores, todo el mundo acudía al Teatro Nacional y disfrutaba de vuestra representación en formato reducido de media hora. Cuéntanos alguna otra anécdota que recuerdes de una gira o durante tu etapa en la compañía.
Esto que me cuentas fue una experiencia muy bonita. El Teatro Nacional de Costa Rica es magnífico, una preciosidad. Pero por contarte otra, con Penal de Ocaña he hecho la mejor gira de mi vida y hemos visitado muchos sitios. Me acuerdo que en el último tramo de la gira fuimos a La Habana e hicimos un taller para estudiantes de artes escénicas. Recuerdo que yo hacía el calentamiento inicial y el primer día llego y digo: “venga, vamos a ocupar el espacio, vamos a situarnos en él”, y de repente, todos los estudiantes se organizan en una fila perfecta, súper disciplinados. Me di cuenta que allí tenían un rigor y unas ansias por aprender increíbles, y muchísimo interés por empaparse de lo que venía de fuera. Me parecía que había algo un poco marcial pero con una energía muy lúdica, fue muy llamativo y muy bonito. Esa parte de la gira me la guardo en el corazón, fue muy especial.
Ojalá adaptáramos ciertas costumbres de otros sitios. Por ejemplo, valorar más las salidas al teatro cuando estamos en el colegio, obligarnos a leer con criterio, a consumir cultura…
La educación hace el gusto y no al revés. Cuando tú no estás acostumbrado a ver, leer y escuchar ciertas cosas no sabes que existe y seguramente no te guste pero porque no te han educado en el gusto. Para educar hay que dar a conocer y después que cada uno elija. Tenemos que responsabilizarnos de eso y de nuestra vocación.
La vocación es imprescindible en todos los ámbitos laborales pero si hablamos de la interpretación más aún. El problema -o no- es que estamos en una época en la que prima la consecución del triunfo por encima de todo y valen más el número de seguidores que las emociones. ¿Son lícitas estas vías para lograr ser un buen actor?
Yo creo que ninguna es mejor que otra. A mí me parece igual de lícito que alguien sea actor por el triunfo, aunque siempre pienso: «a ver si eres capaz de conseguirlo». Yo me llevo muchas cosas de mi trabajo, mucho más aprendizaje a nivel humano que de otro tipo. Me llevo cosas para mí como persona y me enriquece tanto que cómo voy a dejar de hacerlo.
Pero ahora en muchos castings manda Instagram…
Sí pero al final es el consumidor el que decide. El que ve la serie o la película. Aunque considero que en esta época también está pasando algo que es bonito porque el espectador es inteligente para saber quién ha llegado donde está porque tiene X seguidores y puede ver una cosa puntual de ese actor o actriz, pero después no seguir su carrera porque detecte que hay algo raro.
A mí por suerte esto me ha pillado mayor y no sé como lo hubiera llevado, pero sí que veo a gente joven que lo pasa mal y es una faena, porque se dedican a trabajar muchas horas y a formarse para que luego tu futuro dependa de algo totalmente ajeno a ti. La verdad es que esto es un «temazo».
La educación hace el gusto y no al revés. Para educar hay que dar a conocer y después que cada uno elija. Tenemos que responsabilizarnos de eso y de nuestra vocación.
-Yo creo que los actores inevitablemente generáis un vínculo con nosotros como espectadores y que somos más listos de lo que parecemos, sabemos detectar quien está al otro lado por vocación y quien no.
Yo he empezado a sentir ese vínculo a partir de Amar es para siempre, es lo que tiene la televisión. En teatro es más difícil establecerlo porque el público es más mayor, no se maneja tanto con las redes y es otro mundo, pero con la TV pasa y es muy bonito que te digan: “te vi en tal sitio y me gustó mucho lo que hiciste».
-¿Y cómo es tu relación con las redes sociales?
Lo llevo como puedo. Intento que sea puramente laboral pero también gestiono una parte de compartir belleza porque es un impulso que tengo. Estudié fotografía y me gusta mucho el arte, así que para mí las redes son una vía de comunicación de lo que a mí me parece bello y creo que son un vehículo precioso, así que compartir belleza me parece una buena consigna.
-Dejemos las redes para el que las entienda y hablemos de tu proyecto más reciente. Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio se estrenó el pasado mes de octubre en el Teatro de la Abadía e hizo parada en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares. En esta función, no solo estás en escena, sino también como creadora. Cuéntanos de dónde viene esta fascinación por la figura de Hellen Keller y cómo hace el proyecto.
Más que creadora yo diría que soy impulsora. Digamos que he sido semilla pero luego se ha ido sumando un montón de gente. Todo viene porque se inundó mi casa y descubrí el libro El mundo en el que vivo editado por Atalanta. Rescaté el libro, lo leí y automáticamente aluciné. Me explotó la cabeza literalmente.
Hellen Keller fue una escritora sordociega que nació en Alabama a finales del siglo XIX y fue la primera persona con sordoceguera en obtener un título universitario en Estados Unidos, además se graduó Cum Laude, una barbaridad. Hasta los nueve años estuvo viviendo con sus padres sin ningún sistema de comunicación concreto. Vivía como un animal hasta que sus padres trajeron a Anne Sullivan, su profesora, que le enseñó la lengua de signos apoyada en la palma de la mano. A partir de ahí descubrió el lenguaje e hizo un viaje estratosférico porque terminó siendo escritora con una dimensión poética y mística que te dejan sin palabras. Ahí pensé que esto había que contárselo al mundo, contarle a la gente que esta señora existió, y que además no estuvo sola porque tuvo al lado a Anne, que también era una mujer excepcional.
Eran un binomio y precisamente lo que yo quería contar es que uno brilla porque hay otro que hace que brille. Además, estas dos mujeres tuvieron que abrirse paso en el mundo académico lleno de barreras, accedió al lenguaje hablado y dio conferencias por todo el mundo… toda una historia de superación de los límites.
Fíjate que nosotros estamos siempre con la idea de que no podemos con ciertas cosas, y para mí Helen es el ejemplo más poderoso de que las barreras nos sirven precisamente para superarlas. Esto era algo que me interesaba mucho porque en el proceso de aprendizaje, ella descubre que existe el pensamiento porque puede acceder al lenguaje. Sin él no podemos decirnos cosas, no podemos decirnos lo que estamos sintiendo, somos una caja que almacena impulsos pero como no podemos nombrar las cosas no podemos sentirlas.
Así que Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio, es todo eso filtrado por la experiencia de Esther Ortega y mía, es una manera de comunicarnos con ellas. Exploramos los límites que no tenemos para entender los que sí tenemos a día de hoy.
-¿Y te ha ayudado en algo haber estudiado Educación Especial?
Me ha ayudado a descubrir el impulso tan potente que había en mí de querer hacer algo con las distintas capacidades y a mantenerlo en el tiempo porque han sido cinco años para sacar el espectáculo adelante.
Con respecto a la obra en sí tampoco ha influido mucho, no creo que hubiera sido diferente el hecho de no tener estos estudios. A la hora de enfrentarme al personaje no lo he necesitado. De hecho, empecé a estudiar lengua de signos en la carrera y lo he desechado porque quería entrar de una manera virgen al trabajo y al personaje.
Hellen Keller y Anne Sullivan eran un binomio y precisamente lo que yo que quería contar en ‘Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio’, es que uno brilla porque hay otro que hace que brille.
-Este espectáculo es valiente y diferente, solo una productora como Rokambolescas de Nacho Guerreros y Fabián Ojeda podían lanzarse contigo y con el resto del equipo a la piscina. ¿Cómo nace esta sinergia?
Nosotros teníamos previsto estrenar en La Abadía en mayo de 2020 pero en marzo nos confinaron y se canceló todo. Ahí me quedo sin compañera porque al principio iba a hacerlo con María Morales que era con quien había estado investigando inicialmente durante tres años junto a Rakel Camacho. Con el tema de la pandemia empiezan a bailar fechas de gira, de trabajos, y ella se tiene que salir del proyecto. Así que me quedo sin compañera, sin productor, y medio decido que el proyecto acaba ahí. Pero gracias a Elvira, mi representante, encontramos a Fabián Ojeda de Rokamboleskas. Ellos habían producido ya Juguetes Rotos que es la obra que protagoniza Nacho y también tiene contenido social.
Unimos fuerzas y así es como Rokamboleskas empieza a jugar con nosotros. La verdad que fue una carambola porque estaba a punto de dejarlo y al final estamos aquí. Ahora estamos currándonos una gira, a ver si hay suerte y podemos ir a Valencia.
-Si por algo destaca Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio, con permiso de David Testal y el resto de compañeros del equipo técnico y artístico, es por la presencia de voces femeninas. ¿Consideras que hacen falta más mujeres detrás del escenario y si es el momento de contar nuestras historias?
En realidad yo no creo que haya una voz femenina. Yo creo que hay miradas y voces de personas. Que cada uno es un ser individual y lo importante es que tenga las mismas oportunidades para poder mostrar su voz, independientemente de quien sea, de donde venga o de donde haya nacido. Cuando hablamos de voces femeninas me pongo alerta porque no considero que eso sea algo en lo que fijarse.
Ahora, en cuanto a desigualdad de oportunidades para llegar a estrenar una obra por el hecho de ser mujer, de ser así hay que denunciarlo, obviamente. Creo que estamos viviendo un momento hermoso en el que nos estamos responsabilizando por ocupar el espacio que deseamos, por ser motor del cambio que queremos, y eso siempre es más poderoso que detenerse en lo que falta.
Como actriz, desearía que en las historias que se escriben hubiera más presencia de personajes para mujeres maduras, y que estas tuvieran mayor protagonismo, es cierto que veo un trabajo por hacer en este sentido, pero realmente prefiero concentrarme en los pasos que poco a poco se van dando, y no tanto en lo que aún queda por hacer.
-Cambiando de tercio, no es ningún secreto que en esta casa se venera a Oriol Tarrasón, como tampoco lo es que Amar es para siempre es la serie diaria más consolidada del panorama televisivo en España. Hace poquito nos despedimos de tu «personajazo» Estefanía, ¿Cómo ha sido trabajar con él, con el equipo de la serie y en estas circunstancias tan complicadas?
Trabajar con Oriol es un lujo, nos hemos hecho muy amigos y le quiero mucho. El resto del equipo es maravilloso porque trabajan con una soltura y una tranquilidad que hacen que estar con ellos sea un regalo para cualquier actor, lo ponen muy fácil.
Respecto a las condiciones, ha sido un año muy duro. Primero, porque los actores éramos menos por el miedo a posibles brotes, digamos que querían acotar el círculo lo máximo posible. Eso hizo que nos repartiéramos todos la responsabilidad y el protagonismo, de hecho, ha sido una temporada muy coral y con un aprendizaje bestial a nivel técnico. Yo no tenía experiencia en una serie diaria y gestionar el estudio diario, la memorización y adaptarme al ritmo, ha sido un reto. Es muy distinto al de una serie semanal y también tiene sus pros y sus contras.
En Amar he aprendido a priorizar porque el ritmo de la serie requiere que saques la secuencia y te adaptes al ritmo de la grabación; pero por otra parte, también permite trabajar en el personaje, aportar tu profesionalidad y darle profundidad. Ha sido muy bonito acompañar a un personaje con un arco tan grande, poder justificar cosas que unas veces son más difíciles que otras, adaptarnos a los cambios de guión por bajas, porque lo que te pasaba dentro de tres semanas, podía cambiar de repente porque tu compañero enfermaba e iba a estar dos semanas sin trabajar. Ha sido agotador y una locura muy bonita de vivir.
Trabajar en ‘Amar es para siempre’ es un regalo para cualquier actor. El equipo es maravilloso y lo pone muy fácil. Ha sido muy bonito acompañar a un personaje con un arco tan grande, poder justificar cosas que unas veces son más difíciles que otras.
-A pesar de que parte de tu trayectoria está sobre los escenarios, también pisas fuerte en el audiovisual: El Nudo, La Catedral del Mar o Carlos Rey Emperador entre otras series completan tu currículum. ¿Qué te está aportando a nivel profesional y personal la presencia en series tan reconocidas?
Me gusta mucho el trabajo en el medio audiovisual, así que no puedo decir que lo mío es exclusivamente el teatro. Es verdad que vengo de ahí, sobre todo del teatro clásico, que es un planeta opuesto, donde la forma a veces prima sobre el contenido, pero trabajar en televisión me ha ayudado a descubrir el valor de la naturalidad al servicio de la verdad. La esencia del trabajo es la misma, pero la manera de contarla se modifica a partir del medio en el que se cuenta la historia, y poder explorar esa verdad a través de diferentes medios me enriquece como actriz.
-Hasta hace poco había un amplio grupo de actores que defendían que ellos no hacían televisión…
Cuando vino la crisis los que hacían cine se pasaron a la tele, los de la tele al teatro y la batidora empezó a agitarse. A muchos se les bajaron los humos y vieron que todo es digno. La dignidad y la profesionalidad las pones tú no el medio en el que te muevas.
-¿Te animarías a dar el salto a la dirección ya sea en teatro, cine o TV?
Me gustaría dirigir en algún momento. Antes decía “no me siento preparada”, pero creo que ya no es una cuestión de preparación, simplemente no ha llegado el momento.
-¿Y qué proyectos tienes a la vista?
Estamos con los últimos coletazos de La Geometría del Trigo, es una función que me encanta, dirigida por Alberto Conejero, y que además ganó el Premio Nacional de Literatura Dramática. Además, participo en un recital de poesía mística, Esta divina prisión, junto a Lola Casamayor, Jesús Noguero y el pianista Miguel Huertas, con el que estamos de gira y hemos visitado Almagro, Olite, El Escorial o El Hospital De Santiago de Úbeda, una joya renacentista que merece la pena acercarse a conocer.
El año que viene empiezo a ensayar El Pato Salvaje en el teatro de la Abadía dirigido por Carlos Aladro, que se estrenará en mayo. Y por último, hay una serie por ahí que ojalá salga, crucemos los dedos.
Creo que estamos viviendo un momento hermoso en el que nos estamos responsabilizando por ocupar el espacio que deseamos, por ser motor del cambio que queremos, y eso siempre es más poderoso que detenerse en lo que falta.
Antes de acabar con la entrevista, le pedimos a Eva que conteste unas cuantas preguntas rápidas sobre lo que lee, escucha, ve y en definitiva, siente. ¿Se puede mezclar en el mismo cóctel a Hellen Keller, Cassavetes, Gena Rowlands y Manzanita? La respuesta es sí y te lo vamos a demostrar.
-Un libro: El mundo en el que vivo de Helen Keller.
-Una serie a la que siempre vuelves: No suelo revisionar series pero hace poco he vuelto a ver Secretos de un matrimonio. He visto primero la versión de Bergman y después la contemporánea, es una barbaridad. Me quedo también con El ala oeste de la Casa Blanca porque fue la primera serie que vi y me hacía maratones, aprendí de política, de comunicación y descubrí a Aaron Sorkin. Por deciros una más, The Leftovers es una serie maravillosa que también me gusta mucho.
-La peli que nunca podrías dejar de ver: no lo veis pero tengo aquí un cartel de Una mujer bajo la influencia de John Cassavetes porque aunque soy poco mitómana, si tuviera que escoger un referente femenino que me guía es Gena Rowlands.
-Canción en bucle: tengo algunas inconfesables. Una que me gusta mucho y me emociona es la versión de Il Mio Canto Libero de Manzanita, es una barbaridad. Cualquier canción de Sigur Rós y una versión de Alfonsina y el Mar del contrabajista Avishai Cohen.
-Un referente: a nivel humano te diría que cualquier persona con coherencia porque me parece que es algo que se nos está escapando, esto de hablar y obrar en consecuencia. Estamos un poco despistados con eso, así que en este momento, cualquier persona coherente para mí se convierte en un ejemplo valioso.
-Tu lugar favorito en el mundo: lo digo en la obra, es algo que me ha pasado trabajando en Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio. He encontrado un mundo entero, enorme, dentro de mí. Así, mi lugar favorito del mundo está donde estoy yo, y eso me lleva a sentirme en casa en cualquier sitio.
He encontrado un mundo entero, enorme, dentro de mí. Así, mi lugar favorito del mundo está donde estoy yo, y eso me lleva a sentirme en casa en cualquier sitio.
Una vez me dijeron que lo más importante en la vida era ser consecuente con nuestras elecciones y que en general, debía hacerle más caso al corazón. Ser honesta conmigo misma, moverme al ritmo de la vocación. Desde entonces creo en la honestidad como valor universal y le doy más importancia a las cosas que me gustan y aprendo de gente que está aquí para aportar y para hacer bien, tal como hace Eva Rufo con sus personajes, su forma de ver una profesión que le apasiona pero no le ahoga, su necesidad de trabajar la coherencia y la importancia de encontrar nuestro lugar favorito en el mundo.
Eva se disfraza. A Eva le interpelan y le miran. A Eva, yo, le escribo.