Le hemos colocado al arte en general y a la música en particular la obligación de tener que salvarnos de toda la basura que ocurre en el mundo, en un ejercicio terrible de egoísmo humano al que no hay obra que pueda llegar, por muy buena que sea.
Me explico mejor, ¿la simple acción de escuchar un disco podría evitar el inicio de una guerra? La respuesta es un no rotundo, sin embargo, hay trabajos que parecen mantenerse ajenos a lo que ocurre en el exterior y son capaces de hacernos olvidar, al menos durante un rato, los circos políticos, las catástrofes, las pandemias, la violencia desmedida, y el círculo vicioso en el que andamos metidos desde que el mundo es mundo.
Así que sobre esta idea del valor de la música y su lugar, tenía claro que quería escribir desde escuché Local Valley (2021), el último disco de José González, que para quien no lo conozca, es un músico sueco de descendencia argentina y que además de ser un fantástico compositor, demuestra en cada uno de sus trabajos su virtuosismo con la guitarra en un ejercicio, a mi parecer, de plantear su música como una experiencia sensorial para el oyente y un pequeño refugio para huir de lo convulso.
Desde su anterior álbum Vestige & Clawgs (2015) no nos encontrábamos con González, y es ahora, con Local Valley, el mejor momento para redescubrir por qué echábamos de menos sus canciones, o en su defecto, para descubrir que tiene de especial su propuesta. Empieza bien el disco con El Invento, donde por primera vez, escuchamos a José González cantar en castellano y reflexionar sobre la existencia, en un tema que no necesita nada más que una guitarra acústica sobre la que versará toda la primera mitad del disco, y en la que de nuevo, el músico nos convence de que menos es más con su guitarra y cuerdas perfectamente integradas, destinadas a tomar todo el protagonismo y acompañadas por sonidos de la naturaleza, ritmos que recrean una atmósfera única, bajo el yugo de una voz, que a pesar de su suavidad, nunca pasa desapercibida.
Desde su anterior álbum ‘Vestige & Clawgs’ (2015) no nos encontrábamos con González, y es ahora, con Local Valley, el mejor momento para redescubrir por qué echábamos de menos sus canciones, o en su defecto, para descubrir que tiene de especial su propuesta.
Especial atención reclama Visions, el segundo corte del disco, con presencia de coros que dotan de cuerpo al tema y lo desmarcan de The Void y Horizons, las canciones venideras en los que la intro con la acústica se lleva de calle cualquier vestigio de ansiedad, dejando claro que a este valle se viene a coger aire. Y hablando de pertenencia, Valle Local es la segunda sorpresa del disco en castellano y mi tema favorito, con una melodía compuesta al milímetro y cuyo objetivo parece ser atropellar la voz y erigirse como la reina de la canción. En directo debe ser puro espectáculo.
Vamos dejando a un lado la parte más sensorial de la que hablaba al inicio, y empezamos a explorar ritmos poco habituales en la discografía de González con Swing, una especie de ensalada musical aderezada con tintes caribeños y africanos, que lejos de resultarnos extraños, nos invitan a mover la cabeza y los pies al mismo compás, eso sí, sin perder el sosiego al que nos tiene acostumbrados González. Algo parecido ocurre con Tjomme, que se resiste a dejar atrás las influencias de África, incorporando algo de percusión y lírica que animan el cotarro de un disco que vuelve a los orígenes con la versión de Line of Fire de Junip, demostrando por qué José González convierte en oro todo lo que toca.
Con ello, no podemos decir que Local Valley supone una revolución en la discografía de González o una evolución hacia nuevos estilos, que tan de moda está últimamente, pero sí un compromiso por mantener la identidad que él mismo ha ido labrando con el paso de los discos. Este álbum nos pone en bandeja la posibilidad de relajarnos y huir de nuestra la locura transitoria, solo por eso, merece más de una escucha.
Local Valley es el compromiso por mantener la identidad que José González se ha labrado con el paso de los discos.