Anoche fue muy especial. Volví a pisar el teatro después de tantos meses, y eso en alguien tan apasionado por las tablas como yo, es todo un acontecimiento.
Antes de desgranar la obra de la que disfruté, os animo a que vayáis al teatro, a conciertos, al cine, al circo, a exposiciones y a cualquier manifestación cultural a la que tengáis oportunidad de asistir, porque la cultura está en alerta roja pero es segura y más necesaria que nunca.
Dicho esto, ayer pude ver en el Teatro Olympia de Valencia la adaptación de Perfectos Desconocidos, película de Álex De la Iglesia que en su versión teatral está adaptada por David Serrano y Daniel Guzmán y producida por Pentación Espectáculos, Milonga y El Niño.
Al igual que en la película, la premisa de la obra parte de la experiencia de un grupo de viejos amigos que quedan a cenar, y deciden jugar a un juego que consiste en dejar su móvil sobre la mesa, al descubierto, para leer y contestar en voz alta todas las notificaciones, mensajes, llamadas o correos que llegan a sus smartphones. Secretos, confidencias y sorpresas, son las piezas de una velada de lo más agitada.
Tengo que decir que el film me resultó muy entretenido y me tuvo enganchada desde el primer minuto, y lo cierto es que con la obra, me ha ocurrido lo mismo. El elenco de Perfectos Desconocidos bajo la batuta de Guzmán, funciona a las mil maravillas y pone en valor una de las bazas más importantes que tiene y fomenta el teatro: el trabajo en equipo. Olivia Molina, Bart Santana, Inge Martín, Álex Barahona, Elena Ballesteros, Juan Carlos Vellido e Ismael Fritschi hacen un excelente trabajo interpretativo presentando al público los matices individuales de cada uno de sus personajes, pero sin perder el espíritu coral que una representación como esta requiere.
Con un ritmo y unos diálogos muy ágiles y rápidos que se mueven entre la comedia y el drama, los personajes se desnudan y ponen las cartas -y los móviles- sobre la mesa para desvelar sus intimidades, en un relato que no pretende disertar sobre la relación tóxica de los humanos con las nuevas tecnologías y las redes, si no más bien, sobre la llegada de una tecnología que nos ha hecho menos valientes y más nuestros en el peor de los sentidos.
Precisamente, una de las sorpresas mayúsculas de la obra en sus 90 minutos de duración, es el toque cómico y hasta surrealista en el que se adentran los personajes, para hacer cómplice a un público que se convierte en el octavo integrante de la pandilla, incluidos esos momentos de silencio en el que la representación entra en conflictos más dramáticos con problemas reales como la falta de confianza en la pareja, la infidelidad, cuentas pendientes con la justicia y la identidad sexual.
Otro punto positivo de esta versión teatral, es el uso de la escenografía y los medios técnicos que reman a favor de la historia en todo momento. Todo lo que Álex de la Iglesia nos muestra en la película a través de planos cortos, contraplanos y reacciones, la obra nos lo presenta mediante un excelente uso de las luces y la división del escenario en tres partes bien diferenciadas en las que no dejan de suceder cosas. Aquí de nuevo hay que destacar al elenco, que se mantiene en constante movimiento por el escenario, e interactuando con todos los elementos de la escena, poniendo en bandeja al espectador ese plus que diferencia al cine del teatro.
En definitiva, Perfectos Desconocidos es el resultado de una obra muy redonda en la que todos los ingredientes están perfectamente cocinados. Una comedia muy divertida e inteligente, que quiere provocarnos y buscarnos las cosquillas. Un texto ideal para salir del teatro, irte a cenar y reflexionar sobre la incomunicación en tiempos de sobrecomunicación y los límites de nuestra intimidad.
Un grupo de amigos de toda la vida queda para cenar, alguien tiene algo que contar… Uno de ellos propone un juego: compartir los mensajes y llamadas de sus móviles durante la cena. ¿Alguien tiene algo que ocultar? ¿Jugamos?.