Juan Diaz: «Para mí el escenario es un lugar sacro»

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Juan Diaz: «Para mí el escenario es un lugar sacro»

Me encanta hacer entrevistas y tengo recuerdos especiales de cada una de las que he hecho, pero, el otro día, cuando entrevisté al actor que protagoniza esta nueva entrega de charlas en A2VOCES surgió la magia.

Juan Díaz, actor de teatro puro y un rostro reconocido por todos y todas gracias a su participación en series como Aquí no hay quien viva, Cuéntame cómo pasó o, una de las más recientes, Servir y Proteger, nos presenta su nuevo trabajo Bellas Artes, que ya se emite en Movistar Plus, así como su obra de teatro con acento canario en la cual encarna un personaje al que él mismo describe como un Don Quijote con toques de lord inglés.

Sin saber muy bien cómo definirse y en constante auto-descubrimiento; en lo actoral, Juan confiesa que su lugar sagrado es el escenario y el teatro se ha convertido casi en su religión; mientras que en lo personal, sueña con vivir en la naturaleza y hacer de la ciudad un lugar de paso. Porque si algo hemos descubierto es que Juan Díaz, sabe lo quiere y cuándo lo quiere; y solo así es como ha podido labrarse una trayectoria de tantos años de grandes éxitos y mayores logros.

Disfrutad de la entrevista porque, sin duda, es de las más bonitas que hemos tenido. Juan me abrió su corazón y sus pensamientos en una conversación plena y en la que, al terminar, me sentí un poco más feliz que cuando comencé a hablar con él.

-Ya es tradición que empecemos con esta pregunta. ¿Quién es Juan Díaz? 

Justo hace un momento estaba pensado ¿quién soy? Llevo tiempo dándole vueltas a quien soy yo realmente. Creo que eso solo lo consiguen saber los gurús y los que levitan. Soy un chico que se siente joven a pesar de ir a cumplir ya cuarenta y ocho años. Hay cosas de mi que sé pero todavía sigo descubriéndome. Me construyo en mis miedos, mis alegrías, mis frustraciones. No dejo de sorprenderme con el crecimiento y la evolución de mi madurez y mi inmadurez. En resumen, estoy igual que hace veinte años pero mejor. Sigo teniendo ganas de sentirme vital y joven.

-¿En qué momento se inicia tu carrera como actor?

Comencé con diecisiete años, con mi primer contrato en la obra de teatro Caricias en el Centro de Nuevas Tendencias, lo que ahora es el teatro Valle Inclán, con Guillermo Heras. Compartí cartel con Toni Canal y Alicia Woods, actores con muchas tablas. Hice este casting cuando estaba estudiando con Rodolfo Simón en La cuarta pared y a los tres meses de comenzar a estudiar me presenté y me cogieron. Al acabar el primer ensayo sentí que quería dedicarme a trabajar en el mundo de la interpretación, no lo había tenido tan claro hasta ese momento. Decidí matricularme en la universidad, en arte dramático, y seguí formándome con cursos aquí y en Londres. A partir de esa obra comencé a hacer series con lo que implica las épocas buenas, las malas y las regulares.

-¿Consideras que la formación para una actor/actriz es importante? ¿Sigues formándote en la actualidad?

Hoy en día sigo formándome. Actualmente estoy haciendo un curso con Manuel Morón, porque creo que el trabajo y la formación deben ir a la par en el funcionamiento de un actor. Hay que explorar mucho para tener registros a la hora de poder interpretar cualquier papel. Un buen maestro siempre te dice que continúes con tu formación para conocer tu manera de interpretar, tus vicios, tus manías, a que no quieres hacer frente, donde te metes de lleno y en ese punto es donde creces como actor.

Hay que hacer cursos de clown, de música, de baile, porque tienes que tener el cuerpo y la mente ocupados, porque hay que cuestionarse cosas y equivocarse. Cuando vas a rodar te piden resultados y ahí no tienes tiempo de explorar ni de llevar una buena propuesta, una bien preparada.

Me doy cuenta de que empecé muy joven a ser actor y a dedicarme a lo que me gustaba. Han pasado ya treinta y un años desde que me inicie en el mundo de la interpretación. Me siento muy feliz de llegar a casi los cincuenta con las mismas ganas de seguir y trabajar que cuando empecé.

-Has pasado por series míticas y tan importantes como Aquí no hay quien viva, Los misterios de Laura, Monteperdido, Cuéntame cómo pasó. ¿Qué recuerdos te vienen a la cabeza de todos esos proyectos?

Tengo recuerdos muy rápidos de todos esos trabajos. De los veinte a los treinta años es la época en la que más trabaje en series. Para Aquí no hay quien viva me llamaron de un día para el otro. En la primera temporada estaba encantado porque parecía que nos iban a dar mucha bola a la familia Guerra, pero, mi personaje empezó a flojear y tome la decisión de irme, no sentía que estuviese haciendo nada a nivel artístico que me motivase. Llámalo orgullo o llámalo dignidad, pero yo no quería decir una frase por capítulo. Después de eso estuve dos años sin trabajar. A pesar de todo ello, obviamente estoy muy agradecido porque hoy en día aún seguimos recibiendo el éxito de la serie, tanto de Aquí no hay quien viva como de Cuéntame. Estoy muy orgulloso de todos esos trabajos que hice. Me hubiese gustado hacer papeles con más vida y más trama en esas series pero el trabajo del actor es así. En ese momento decidí tirar por lo artístico que por el dinero y no me arrepiento.

Mi carrera la he elegido yo, tanto a las buenas como a las malas, y muchas veces, se han pasado oportunidades que se han convertido en grandes éxitos, pero no por mí, sino porque ya tenía otro contrato firmado. Es un sabor agridulce porque eliges qué quieres hacer, pero a la vez ves como ese otro director que te ofreció trabajo lo ha petado más que el proyecto en el que estaba yo.

Por otro lado, recuerdo con mucho cariño A las once en casa, con Antonio Resines, Carmen Maura y Ana Obregón. Trabajar con ellos fue un gustazo. Disfruté mucho la época en Amar en tiempos revueltos y el tiempo que estuve en Servir y proteger. Me gusta mucho trabajar para series. Levantarme pronto e ir al plató a rodar me encanta.

Juan Díaz es actor y creador, reconocido por su participación en series de gran éxito. Fuente imagen: www.tramafilms.com

-¿Cómo ves el sector de la interpretación?

Muy complicado. Hay que amarlo y trabajar mucho para poder vivir de ello. Hace tiempo que se me fue la ilusión de convertirme en Javier Bardem. Yo solo quiero comer de esto y vivir dignamente haciendo historias que me gusten. He hecho cosas que me dan vergüenza porque tengo mis fallos, pero hay otras de las que me siento muy orgulloso. La carrera del actor es muy amplia y todos, en un algún momento, hemos sentido que no servimos para nada. El actor es una persona sensible y con cabeza que tiene sinsabores y sufrimientos de los cuales saca el arte. Vivir vivencias complicadas te ayudan a entender como un personaje lo ha pasado mal: una muerte cercana, tener hijos, cagarla…

¿Qué no trabajas? Ponte a leer, sal a la calle a ver qué hace la gente, mira series y películas de otros para ver cómo trabaja y aprende de todo lo que veas. Hay que imitar a los buenos.

-Estás presentando Bellas Artes, la nueva serie de Movistar Plus. ¿Qué podemos ver de ti en esta serie?

Interpreto a un político que se llama Rodrigo Menéndez, y es el jefe de gabinete de la Ministra de Cultura, a la que interpreta Ana Wagener. Soy un diplomático mensajero que está entre dos aguas. Somos el contacto directo del gobierno con el director de arte, el protagonista de la serie, al que interpreta Óscar Martínez.

Bellas Artes está escrita en clave de humor ácido, socarrón y sosegado. Me gusta mucho como está contada y me ha gustado mucho trabajar en ella. En cada capítulo vemos cómo el director gestiona el museo y la relación con sus empleados y con los artistas. Mi personaje y el de Ana Wagener, bombardeamos al director con problemas que pueden surgir a nivel político. La serie tiene mucho caldo de cultivo del director del museo de bellas artes de Buenos Aires, Gastón Duprat, porque es uno de los creadores de la serie. El equipo es de argentina y español y hemos rodado en Madrid, Toledo y en el Escorial.

Es una serie divertida que te hace reflexionar y te sorprende con algo nuevo en cada escena, porque el hilo conductor es el museo, pero la trama con los artistas es diferente en cada capítulo.

-¿Qué tiene que tener un guión para que digas que sí a hacerlo?

Que me enganche y que vea un personaje que es para mí, que yo pueda defender y que pueda enamorarme de lo que hace, aunque sea el mayor asesino del mundo. Hay guiones muy elaborados e intensos que hay que leer varias veces, porque puede que hasta la tercera lectura no lo aprecies. Me suelo enganchar más a los guiones más directos. Hay mucha diferencia entre leer un guión de teatro, de cine o de serie. En el cine hay que visualizar muy bien las imágenes y meterte de lleno en el contexto. En teatro los diálogos son la base de guión. En cine y en tele he hecho papeles que no me han estimulado, pero hay que comer. En teatro no he podido hacer nada que no creyese. Subirte al escenario y hacer una función al día sin que te guste el guión y no te haga gracia no me subo, prefiero poner copas.

El actor es una persona sensible y con cabeza que tiene sinsabores y sufrimientos de los cuales saca el arte.

-Supongo, entonces que el teatro es el vehículo de expresión que más te apasiona…

Totalmente. La comunidad que se genera en el equipo, el compartir. Yo soy actor por el teatro, si puediera vivir de el lo haría, es lo que más me gusta. Me encanta ensayar todo el día, viajar, hacer giras, conocer a los compañeros, visitar lugares. El teatro me da vivencias. Para mí el escenario es un lugar sacro.

-¿Eres capaz de desconectar de los personajes a los que interpretas?

Cuándo empezaba sí que utilizaba maneras de concentrarme o meterme en el personaje de manera equivocada, porque piensas que así vas a expresar más. Ahora ya no me pasa. Llego al teatro o al set con tiempo para relajarme e ir metiéndome poco a poco. Cuando termino el trabajo físico y mental, se acabó, desconecto. Está el personaje pero yo siempre estoy detrás controlándome. De todas maneras nunca estoy solo, tengo muchos compañeros que están al lado.

-¿Cuál dirías que es el momento más difícil al que te has enfrentado en tu profesión?

Te diría que ahora. Voy a cumplir cincuenta y tengo aspecto juvenil, entonces no me dan papeles de chaval ni de padre. Tengo que envejecer más. Es la sensación que tengo. Sé que es parte de mi proceso y de la profesión y lo vivo como una etapa de aceptación y transición. Ahora mismo estoy en un momento raro, pero a lo mejor, hace dos años, te hubiese dicho que ese era el momento más difícil. Los actores de mi generación estamos en un limbo en el que no hay tantas ofertas.

-¿Y el más feliz?

Ha habido muchos por suerte, pero me quedo con el trabajo de la obra Esperando a Godot, que yo hacía de Lucky. Es un personaje que tiene un monólogo de tres páginas, sin puntos ni comas, inconexo, y era muy difícil de estudiar. He visto propuestas donde no hacen el texto completo porque es dificilísimo. Yo lo hice y le di mi propia locura, lo enfoqué hacia a un científico loco. La satisfacción es que gozaba con ese monólogo y en muchos teatros, cuando lo terminaba, la gente aplaudía, porque había estado encima del escenario dos horas sin hablar. Terminaba tirado por el suelo, exhausto y sentir que la gente estaba emocionada era muy gratificante.

-Háblanos del presente y asomémonos al futuro. ¿Qué proyectos están llamando a la puerta de Juan Díaz?

Estoy en Canarias haciendo una obra con un director con el que ya he trabajado en dos montajes. La obra es de los hermanos Bazo. Es una trilogía canaria, la primera sobre Pedro García Cabrera y con la que estoy ahora es con la de Domingo Pérez Minik. Este hombre fue un señor que en el año veintiséis tenía una compañía de teatro con escritores, pintores, artistas…

La obra cuenta la historia de cómo trajeron a Canarias unas pinturas de pintores como Picasso, pero que nadie sabía que significaban. Al tiempo estalla la guerra en Tenerife y el ejército franquista mete en un almacén de fruta a unas mil quinientas personas, donde estaba mi personaje. Salió de la cárcel a los tres meses porque su mujer tenía un contacto franquista y a partir de ahí estuvo muy mirado. Él se dedicó en cuerpo y alma a escribir teatro, a traducir textos en inglés, francés. El abría su casa a intelectuales para que fuesen a charlar. Es un personaje tipo Quijote con toque de lord inglés. Yo hago de él, con el acento canario que me he tenido que trabajar.

Ahora mismo estoy en un momento raro, pero a lo mejor, hace dos años, te hubiese dicho que ese era el momento más difícil. Los actores de mi generación estamos en un limbo en el que no hay tantas ofertas.

Fuente imagen: www.tramafilms.com

-¿Te veremos en Valencia?

Ojalá. Estamos en ello, porque tiene que haber alguna posibilidad, pero los teatros tienen toda la cartelera cogida. Estamos intentado hacer muchas funciones en Canarias para que se conozca. En junio comienzo a ensayar una obra de Shakespeare, Coriolano, con Roberto Enríquez, Carmen Conesa, Manuel Morón, Alex Barahona, José Luis Torrijo, María Ordóñez, Beatriz Melgares y Javier Lara. Yo hago de un tribuno de la plebe y la obra se va a representar en el teatro de Mérida.

-Acabamos con esta, que también es obligatoria. ¿Con qué sueña Juan Díaz?

Con un sitio en el que pueda hacerme un huerto y estar ahí muy a gusto. Vivir feliz en el campo, en mi casa y bajar lo menos que pueda a Madrid. Sueño con estar allí porque me recuerda a mi infancia, a mi padre. Soy una persona muy de campo, a la que le encanta cortar leña. Me apetece tener esa forma de vida.

Sueño también con que se acaben todas las guerras, aunque este sueño es una utopía. ¡Menos mal que tenemos feminismo!

Qué gustazo hablar con personas que te ayudan a entrar en su mundo y conocerles mejor. Estamos encantadas de que Juan Díaz forme parte de A2VOCES, y le deseamos la mejor vida entre bambalinas, y un mejor descanso en su rinconcito de paz en medio del campo.

Gracias  Alexis de Trama Films, por regalarnos esta oportunidad, y por supuesto, a ti Juan, por tu tiempo y cariño.

Entrevista: Carmen B. // Edición: Aixa V.

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