Siempre que escribo la reseña de un álbum tengo el mismo objetivo: reivindicar la escucha del disco completo. Creo, como «disfrutona» de la buena música, que es imprescindible para entender el contexto en el que esos temas han sido compuestos, dándonos como oyentes una imagen más completa de lo que estamos escuchando, de lo que su autor o autores nos quieren contar, porque al final, la música y las canciones, también son historias.
Reconozco que Hogar de Izal no es lo que esperaba, y que me ha caído como un jarro de agua fría en mi mente de groupie bailonga de grandes hits, y llorona por derecho de las píldoras más emotivas de la banda. De hecho y desde que lanzaran Meiuqèr, el primer corte del disco, y hasta la llegada definitiva del álbum, he vivido un encuentro de sensaciones que voy a tratar de explicar de la forma más objetiva posible en lo que dura este post.
‘Hogar’ de Izal no es lo que esperaba, y me ha caído como un jarro de agua fría en mi mente de groupie bailonga de grandes hits y llorona por derecho de las píldoras más emotivas de la banda.
Venir de un disco como Autoterapia (2018), pasar por una pandemia con su consiguiente cancelación de gira de grandes estadios, y volver a retomar el pulso del directo, con la fortuna de ser una banda consolidada con un público tan fiel, no debe ser nada fácil ni para la mente, ni para la composición. Prueba de ello es este Hogar trasladado a un CD, que simula un álbum de fotos y al que acompañan diferentes propuestas audiovisuales, poniendo la mirada en todas las historias que los «Izales» nos quieren contar, en este recorrido formado por diez cortes y el contraste entre la evolución y la ruptura musical.
Si Meiuqèr huía de la esencia de los anteriores trabajos, y se convertía en toda una declaración de intenciones de Mikel Izal y su historia de vida más reciente, resulta que para sorpresa de todos, ha supuesto también la apertura de un telón basado en la novedad y la integración de sonidos a los que no estamos acostumbrados, quizás demasiado arriesgados y poco habituales en los ritmos de la banda, con exceso de oscuridad, algo de autotune y mucho de experimentación.
Que se lo digan a Fotografías, Dobles y Telepatía, tres de los temas más atrevidos del disco explorando géneros urbanos y electrónicos, mezcla de ritmos que parecen no tener nada que ver entre ellos, y con la rotura de la estructura típica verso-estribillo, convirtiendo a la primera de ellas en una canción súper visual que narra una retahíla de momentos cotidianos sin hilo argumental, pero que a la vez es contundente, y que por cierto, nos recuerda demasiado a León Benavente; una segunda apuesta que a mi parecer, pasa sin pena ni gloria entre el resto de canciones que forman el álbum; y una Telepatía cuya parte instrumental no me entusiasma, pero que cuenta con una letra excelente y el que creo, es el mejor estribillo del disco:
La distancia generó telepatía
Dos expertos en soñarnos a la vez
Mentalistas, reyes de la sincronía
Pensamientos conectándonos la piel.
Seguimos explorando las habitaciones de este Hogar, entre los sonidos naturales de Tramontana 7:44 am, y no cerramos la puerta de la introspección que supone este disco con Inercia, un tema profundo y musicalmente interesante, que brilla por su letra y su tempo acústico con una intro que me recuerda mucho a Taylor, una de las joyas de PUTA, la última perla de Zahara, y que se sube al carro de las nuevas tendencias electrónicas a las que parece sumarse parte del indie patrio, en este caso con buena fortuna. Siguiendo la estela de Inercia está He Vuelto, canción que promete más de lo que es y en la que empezamos a escuchar baterías y guitarras que echamos de menos en otros temas, pero que me resulta algo repetitiva respecto a la narrativa que sigue el disco.
Llegamos a los que para mí son los mejores cortes del álbum y reconozco, los más parecidos a lo que es Izal en esencia, quizás por eso me gustan tanto: El Hombre del Futuro, Jóvenes Perfect@s y La Mala Educación. La primera es una pequeña joya de poco más de 2 minutos que transmite muy bien el objetivo de la renovación musical del grupo, pero con mucha mejor suerte que otros temas. La segunda, una de esas canciones que ponen patas arriba cualquier concierto reivindicando de alguna forma el alma de lo que es diferente, y funcionando perfectamente como «temazo» para cantar a grito pelado. Y la tercera, que se asoma a los orígenes de Magia y efectos especiales (2012), y culmina esta especie de oasis en medio de la montaña rusa que es Hogar, finalizando con un tema, que además de dar nombre al disco, es una especie de carta de agradecimiento a todos aquellos que son tan casa como un atardecer en Tramontana 5:47 pm.
Llegamos a los que para mí son los mejores cortes del álbum y reconozco, los más parecidos a lo que es Izal en esencia, quizás por eso me gustan tanto: El Hombre del Futuro, Jóvenes Perfect@s y La Mala Educación.
Después de repasar lo nuevo de Izal, no cabe duda que Hogar asume el riesgo de salir de la zona de confort. Del renovarse o morir. Pero también de la pérdida de himnos y el vínculo con los inicios. Me faltan golpes secos de bombo y temas que me sumerjan en algo más que una canción. Echo de menos ese tema que no podemos dejar de cantar mi chico y yo cualquier domingo del mundo. Celebro la apuesta por contar historias y dar valor a la letra. Pero sobre todo, animo a escuchar el disco en su conjunto, dejando de lado las absurdas estrategias del sencillo a sencillo, que en este caso, considero no han ayudado a este álbum rompedor.
Hogar no es mi disco favorito de Izal ni está cerca de serlo pero toca remar a favor de obra. No es momento de echarse las manos a la cabeza y sí de llenar salas y estadios. Así que venga, seamos positivos, siempre nos quedará La Mujer de Verde.
No cabe duda que Hogar asume el riesgo de salir de la zona de confort. Del renovarse o morir. Pero también de la pérdida de himnos y el vínculo con los inicios.